domingo, 28 de octubre de 2012

Sermones y homilías


FIESTA DE CRISTO REY


Cuando Jesucristo afirma que es Rey y cuando establece providencialmente que el título de Rey resplandezca sobre la Cruz, es claro que desea destacar algunos aspectos de los poderes que pertenecen a su santa humanidad.

Si el rey es el que manda a todos los súbditos, el que tiene autoridad sobre todos, el que decreta leyes y las hace cumplir, en una palabra, si el rey es el que gobierna, Jesucristo, proclamándose Rey, manifiesta que el poder de gobernar le pertenece propiamente.

Hoy en día, la oscuridad ha ganado tantas mentes, el orgullo ha alcanzado tales proporciones que fue necesario establecer una fiesta especial para resaltar esta obvia doctrina.

A las Fiestas de la Epifanía y de la Ascensión, hubo que agregar la Solemnidad de Cristo Rey para recordar que, si Cristo es Rey, los efectos de la Revelación y de la santificación que Él nos ofrece naturalmente se extienden a las leyes civiles, a las instituciones y patrias terrenales, a pueblos y familias.

Porque es Rey en el secreto de las almas, Jesucristo debe ser Rey en el orden doméstico y profesional, en el orden económico y político, en el ámbito artístico y cultural, en el filosófico y teológico…

Es necesario que las naciones se rijan por la ley natural… por la ley natural iluminada por la fe. Es necesario, a pesar de los abusos atroces de innumerables hombres de la Iglesia, que las patrias terrestres reconozcan la autoridad de la Iglesia.

Ahora bien, en nuestra meditación y reflexión sobre el misterio de Cristo Rey se puede tropezar contra un doble obstáculo:

- comprender lo esencial de la Realeza de Jesucristo, pero descuidar la extensión de este Reino;

- comprender la extensión del Reino de Jesucristo a los valores de la civilización, pero perder de vista lo esencial de esta Realeza.


Lo esencial de la Realeza de Jesucristo es convertir las almas y unirlas a su Salvador.

La extensión de esta Realeza es construir una civilización cristiana; es el aspecto social del Reino de Nuestro Señor; lo que se llama la Realeza Social de Cristo.

Hay quienes sitúan en su lugar la Realeza de Jesucristo, pero no ven que este Reino no puede evitar la propagación de sus beneficios en el orden social de la ciudad.

Otros, en cambio, tienen la evidencia de que la Realeza de Jesucristo debe estar presente incluso en el orden social, pero no entienden que esto es por derivación y redundancia.

En efecto, el aspecto social de la Realeza de Cristo, que es real e innegable, sigue siendo, sin embargo, derivado. Pero, esta deducción no es artificial, sino que pertenece a la naturaleza misma de las cosas.

Debido a que es Rey en el interior, Rey en el secreto de las almas, Jesucristo debe ser el Rey en el orden doméstico y profesional, en el orden económico y político, en el orden artístico y cultural, en orden filosófico y teológico...

Aunque pertenezca propiamente al orden interno de las almas, la Realeza de Jesús no deja de extenderse al dominio terrenal, a las autoridades temporales, a las familias y pueblos, a toda institución secular.

Esta verdad es proclamada solemnemente por la Iglesia en la Fiesta de Cristo Rey. Sin embargo, el reinado de Cristo sobre lo temporal no es el carácter primario de sus prerrogativas reales, es un segundo aspecto. No decimos secundario, insignificante, prescindible. Decimos aspecto segundo, derivado; pero también aspecto necesario.


Por lo tanto, Jesús, que es el Rey de las almas, es necesariamente, por una extensión inevitable, Rey de las familias y de las naciones. Sin embargo, esta segunda manifestación de Su Majestad se basa en la primera.

Hablamos de Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo. Esto es normal y legítimo. Pero esta Realeza sobre la sociedad civil, no es semejante al señorío de ningún rey o gobernante… Es distinto al dominio de los grandes de este mundo… Es de naturaleza espiritual, por necesarios e inevitables que sean sus repercusiones sobre las realidades temporales.

Cuanto más nos resolvamos combatir las ideas y las acciones de los que repiten con los judíos incrédulos: “No queremos que éste reine sobre nosotros”, tanto más tenemos que tratar de convencer a los que van por mal camino, y, por lo mismo, tanto más debemos vigilar para presentar el verdadero rostro de la Realeza de Jesucristo.

En resumen, el término de Rey que se aplica a Nuestro Señor completa el de Sacerdote, añadiendo las nociones no sólo de universalidad y de la ley de la gracia, sino también la influencia sobre la sociedad civil.

Tenemos que tener en cuenta el texto capital, esa respuesta de Jesús a Poncio Pilato, que no deja ninguna duda acerca de la naturaleza interna del Reino que vino a establecer.

Evidentemente, estas palabras significan que el Reino de Jesús no es comparable con ningún otro. No está en el mismo nivel y se encuentra en el interior del hombre, en la profundidad donde el hombre escucha la verdad que viene de arriba, la palabra de vida que ofrece la conversión y salva.

¿Debemos sacrificar, entonces, el edificar o preservar un orden temporal cristiano?

Precisemos la cuestión: si Jesucristo no quiere un reino político y ha rechazado gozar la potestad del César, un padre de familia, ¿debería sacar la conclusión de que tiene que formar a sus hijos en la vida espiritual sin tener que preocuparse acerca de una sociedad que escandaliza?

¡Dios no lo permita! Ya hemos dicho que las instituciones deben ser conformes a Jesucristo con el fin de ayudar a su Reino en el interior de las almas.

La respuesta es que los hombres no son espíritus desencarnados; la salvación de las almas exige que la Realeza de Jesucristo se extienda a la sociedad.

Quien aspira al reinado de Jesucristo en su corazón y en los corazones de sus hermanos no puede quedar tranquilo ante instituciones y leyes que corrompen y obstaculizan la salvación.

Querer una sociedad que se ajuste a la ley natural y a la ley cristiana es una consecuencia de la vida interior. El hombre que acepta la Realeza de Jesús en el interior, cuando ponga su mano en las actividades seculares, no puede dejar de lado la voluntad de Cristo.

Llevará a cabo sus deberes como padre o empresario, como poeta o médico, de modo que esas tareas rindan homenaje a Jesucristo, que vive en él, que es su Rey y su todo.

¿Cómo hará para obtener esto? ¿Cómo va a demostrar que él reconoce y proclama como Rey a Jesucristo en sus actividades profanas?

No sólo dándoles un marco religioso, sino realizando esas tareas conforme al derecho natural y a las leyes del Evangelio y de la Iglesia.

Por lo tanto, el Reino de Jesucristo exige, no sólo que las acciones personales se realicen religiosa y piadosamente, sino también en correspondencia con las leyes naturales, con las buenas costumbres y con las leyes cristianas.

Es inevitable que el Reino de Jesucristo sea social; no en el sentido de que sea ejercicio por el mismo Cristo o por los ministros que Él hubiese establecido, sino en el sentido de que su Realeza orienta las actividades profanas y tiende a conformar las leyes y costumbres a las del Evangelio.

Recordemos ese famoso pasaje de la Encíclica Quas Primas de Pío XI:

No debe haber ninguna diferencia entre los individuos, las familias y los Estados; porque los hombres no están menos sujetos a la autoridad de Cristo en su vida colectiva que en su vida privada. Él es la única fuente de salvación, de las sociedades como de los individuos: no hay salvación en ningún otro; ningún otro nombre fue dado a los hombres en el cual puedan salvarse.

"No están menos sujetos", porque la ley de Cristo y la acción de la gracia los alcanza tanto en su vida privada como en su vida social.

"No menos", pero de una manera distinta.

Con respecto a la vida social, es decir, la política, la cultura y la civilización, la autoridad de Cristo reviste una fórmula distinta que en el campo de la intimidad de la vida interior.

Es por eso que el Señor se ha negado rotundamente a ser rey como los reyes de este mundo.

Y, sin embargo, la historia política demuestra abundantemente, desde el primer anuncio del Evangelio, que la Santa Iglesia no puede dejar de crear y mantener una cultura y una civilización.

La Iglesia tiende a prolongarse en Cristiandad en la misma medida en que los miembros de la Iglesia participan en la sociedad civil y ejercer en ella un cargo, o cumplen una responsabilidad.

La Iglesia de Jesucristo tiende a imponer las normas constantes del derecho natural, cualesquiera que sean las vicisitudes de la historia, sumando a él las leyes católicas.

De todo esto podemos fácilmente entender las consecuencias: mientras que la Realeza de Cristo en el ámbito religioso, en el orden de la conversión y de la santificación, se realiza principalmente a través del sacerdocio, la Realeza de Cristo sobre las cosa profanas se hace principalmente por medio de los laicos. Es la misión propia de ellos el crear y mantener instituciones temporales según el orden cristiano.

En este trabajo difícil, que no se dejen llevar por la tentación del liberalismo, del laicismo; hoy hay que decir de la laicidad positiva

En el combate actual por conservar la herencia del pasado y transmitirla en la medida de las posibilidades, que los laicos no se dejen distraer ni apartar de lo interior, de la vida de oración y de contemplación.

Esto nos lleva a plantearnos la acuciante cuestión: Y hoy en día… ¿dónde está la Realeza de Cristo?

Sabemos que habrá una victoria infalible de la Iglesia de Jesucristo; y que, en virtud de esta victoria futura, se conservará siempre por lo menos un mínimo de orden temporal cristiano.

El reino espiritual del cristiano, es decir, la Iglesia, siempre mantendrá una parte, por reducida que sea, de Civilización Cristiana.

El efecto final del poder real de Jesús será la renovación de todas las cosas en Cristo y por Cristo. Vendrá aquel día en que el Señor Jesús reinará en su plenitud, tanto sobre las cosas de la naturaleza como en el orden propio de la gracia.

Sin embargo, incluso entonces, seguirá siendo cierto que Jesús no reinará en el orden de las cosas del César, ya que este orden de cosas será transformado: no habrá ni familia mortal, ni nación perecedera; el presente mundo, el que bajo cierto aspecto pertenece al César, habrá totalmente terminado; cesarán los reinos, terminarán las civilizaciones.

En cuanto a la recapitulación total de la naturaleza humana en Jesús y por Jesús, no va a suceder antes del final de la secuencia completa de las generaciones humanas, y no se hará según el orden de las mortales generaciones sucesivas.

Dicha recapitulación, la restauración de todas las cosas en Cristo y por Cristo, será un efecto, el último, de la Segunda Venida del Redentor en gloria y majestad, su Parusía.

Es en dos fases distintas que Jesús ejerce sus poderes reales, sea que se trate del desarrollo de la historia, sea que nos refiramos a su término y supresión.

Tanto en una como en la otra fase. Jesús es siempre Soberano, y su gobierno alcanza el objetivo con la misma infalibilidad.

Sin embargo, hasta la Parusía, durante todo el tiempo de la salvación y santificación, el gobierno del Señor no suprime la Cruz ni aniquila a los impíos.

Él deja a Satanás y a sus secuaces, a los malvados y a sus organizaciones, cada día más perfeccionadas y sofisticadas, una cierta libertad de acción, ya sea para hacer brillar un día la omnipotencia de su misericordia en la conversión de los impíos y su arrepentimiento, ya sea para hacer caer sobre ellos los castigos formidables y la solidez de su juicio y de su justicia.

Si hasta la Parusía, el gobierno del Rey Jesús parece a veces indefenso o débil, es sólo una apariencia.

Nos ha dado la certeza de que, incluso en los tiempos en que será dado a la Bestia el poder de hacer la guerra a los santos y vencerlos, las puertas del infierno no prevalecerán; nada ni nadie podrá arrebatarle de sus manos las ovejas que el Padre le ha dado.

Y podemos comprobarlo, todos los días, desde el Concilio Vaticano II, e incluso en la crisis actual.

¡No! No hay debilidad en el gobierno del Rey Jesús. Él controla el mal. Lo permite, por supuesto, pero sirviéndose para hacer resplandecer más maravillosamente a su Iglesia, para aumentar la santidad de sus elegidos, para una demostración de su justicia, que permanece oculta por ahora.

Cuando todo le haya sido sometido, entonces también el Hijo remitirá todo a su Padre para que Dios sea todo en todos.


CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO A CRISTO REY

¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Míranos humildemente postrados delante de tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y a fin de vivir más estrechamente unidos a Ti, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a tu Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás te han conocido; muchos, despreciado tus mandamientos, te han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadécete de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu Corazón Santísimo.

Señor, sé Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Ti, sino también de los pródigos que te han abandonado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna porque no perezcan de hambre y de miseria.

Sé Rey de aquellos que, por seducción de falsas doctrinas o por espíritu de discordia, viven separados de Ti; devuélvelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.

Sé Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo, y dígnate atraerlos a todos a la luz de tu reino.

Mira, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue tu pueblo predilecto: descienda también sobre ellos, como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí mismos reclamaron.

Concede, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a tu Iglesia; otorga a todos los pueblos la tranquilidad en el orden, haz que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.

sábado, 27 de octubre de 2012

In memoriam

RELIGIÓN, PATRIA Y FAMILIA
   
Señoras y señores:
Sean mis primeras palabras para agradecer el generoso testimonio de mi antiguo alumno y leal amigo, el escribano Pedro Alberto Millán.
Acepto sus expresiones, a pesar de la hipérbole evidente, en cuanto ellas me recuerdan un compromiso de vida; la obligación de no defraudar jamás esa entrega confiada de los alumnos a mi cátedra de filosofía.  Claro está que a lo largo de 25 años de enseñanza pública y privada, he cuidado con la más extrema solicitud de no caer jamás bajo la sentencia lapidaria de Pelliz, que dice: “La filosofía no da la clase de filosofía”.
Ocurre con frecuencia, con demasiada frecuencia, que lo que el profesor exhibe ante sus alumnos en la clase es el cadáver de la filosofía.  Es un esquema rígido y vacío de ese pensamiento vivo y colmado, de esa búsqueda apasionada y ardiente de la verdad total, de la verdad entera, que es la filosofía; y lo que es más grave todavía: el profesor, más atento a su carrera que a su misión, cuando enseña las definiciones y las verdades esenciales, evita cuidadosamente proyectar su luz, su divina luz, sobre las cuestiones perentorias, apremiantes y candentes de la existencia, esas cuestiones que están planteadas a nuestra responsabilidad de católicos, de argentinos y de padres de nuestros hijos.
En el comienzo de la filosofía de Occidente, Sócrates, que fue el primero de los filósofos porque descubrió el concepto y la definición, porque desprendió la inteligencia de la sensación y la elevó a la altura de las esencias incorruptibles, que fue filósofo y profesor de filosofía, prefirió la persecución e incluso la muerte por una condena inicua, antes que renunciar a su misión docente, a la misión del filósofo.
Mi cátedra es mi palabra, y también es mi vida.  Mi palabra me compromete a mí solo: yo no hablo respaldado por ninguna institución, ni por ninguna fuerza.  No tengo otro compromiso más que la verdad, y me debo enteramente a ella.  Por eso le pido a Dios que ayude mi debilidad para ser fiel hasta la muerte a esos comienzos egregios de la filosofía occidental.
Vamos a ocuparnos de la religión, de la patria y de la familia.  Tres principios de vida verdadera, íntegra y plena; tres causas íntimamente próximas en el desarrollo, en la formación y actuación de la persona humana; tres instituciones necesarias e imprescindibles para que el hombre pueda existir en conformidad con su ser y con el fin último de su existencia.
Estas instituciones son tan principales porque ellas nos vinculan al origen y, además, nos otorgan la dignidad de un nombre.
La religión, nuestra santa religión Católica, Apostólica y Romana, nos vincula al origen de nuestro ser y de nuestra existencia.  Al Principio que nos ha creado y que nos ha recreado, y que nos identifica con el nombre de cristianos.
La patria nos vincula a nuestros orígenes históricos y nos identifica con el nombre de argentinos.
Y la familia nos vincula a nuestros orígenes carnales y nos identifica con el nombre de nuestros padres.
¿Qué es lo que ocurre con el hombre, cuando es privado de la religión, de la patria y de la familia?  Se queda en la miseria, se convierte en un paria sin nombre, en un desheredado, en un despojado, en un hijo de nadie y de nada, en una pobre bestia acosada por la arbitrariedad y por el terror, humillada y sometida a la esclavitud más pavorosa.
Se cumple así lo que dice el salmo de David: “El hombre creado en tanta grandeza, no lo comprendió así, se inclinó  sobre el estúpido jumento y se hizo semejante a él”.
Y éste es el espectáculo que se está desarrollando ante nuestros ojos, tanto en el escenario del mundo, como en nuestra tierra.  Desde hace dos siglos se está realizando la revolución del liberalismo, la revolución de los modernos y el principio de esa revolución es la negación de la religión, de la patria y de la familia.
Esa revolución liberal ha ido sustituyendo a la religión de Cristo y de su Iglesia Católica por la falsa religión civil de la democracia; ha ido sustituyendo la patria y su soberanía, la soberanía nacional, por la soberanía popular; y ha ido sustituyendo el amor al prójimo, por esa vaga y difusa filantropía que es la fraternidad universal.
Y ha ido aconteciendo que la vida de las almas y de las naciones de Occidente se ha ido descomponiendo, subvirtiendo y desintegrando moral y materialmente.
¿Cuál es el principio que inspira esta revolución?  Es el judaísmo.  El judaísmo es la idea negadora de Cristo.  Judaísmo significa odio infinito a Cristo y la voluntad satánica de destruir todo lo que lleva su santo Nombre sobre la tierra.  Y el judaísmo opera por medio de dos instrumentos: un instrumento ideológico que es la masonería internacional, cuya sustancia es el laicismo, y un instrumento económico y financiero, que es la plutocracia internacional.  Y la acción destructora de estas fuerzas va entregando las naciones al comunismo.
Por esto es que todo anticomunismo que se limite a combatir la última consecuencia del liberalismo, que es la esclavitud comunista, termina siempre colaborando con el comunismo: porque no se trata solamente de combatir los últimos efectos, sino de combatir todo aquello que conduce a esos resultados.
Y no queda otra salida, no queda otra solución, para este hombre y para esta ciudad, que va siendo devastada, que retornar a los principios que le dieron el ser, que hacerse fuerte en la religión de Cristo, que hacerse fuerte en la patria y en su historia verdadera, y que hacerse fuerte en la familia cristiana.  No hay otra alternativa: por el camino que llevamos, así como ya la mitad del mundo está sometida a la más horrenda esclavitud, la otra mitad está siendo preparada para el mismo fin.  Por esto es que voy a demorarme en un examen de la religión, de la patria y de la familia.
La religión es una institución divina, la patria y la familia son instituciones humanas, pero santificadas por la religión.
La religión, la patria y la familia son formas de relación intrínsecamente análogas.  Las tres instituciones están referidas a la idea de paternidad y su correlativa y subordinada: la filiación.  Se trata en todas las cosas, de una relación de padre a hijo.
La religión nos constituye en hijos del Padre nuestro que está en los cielos.  La patria nos constituye en hijos de aquellos que fueron los fundadores de la nacionalidad, de aquellos que fueron capaces de asumir la responsabilidad de una soberanía política y de un destino histórico, y la familia es, naturalmente, la relación entre los padres y los hijos.
¿Y cuál es la esencia de esta relación de paternidad?  El hijo procede siempre, por razón de generación, de su padre, y lo que engendra el padre es una semejanza de sí mismo.  Y esta semejanza entre el padre y el hijo es el principio del amor, por aquello que nos enseña Platón: “lo igual busca lo igual; lo semejante prefiere lo semejante”.
En la idea de paternidad está implicada la idea de autoridad, por eso toda autoridad tiene siempre un carácter paternal, y en la idea de filiación está implicada la obediencia, la filial obediencia.
Y el modelo, el modelo supremo de esa autoridad y su carácter, es la de Dios Nuestro Señor, y su autoridad es una autoridad justiciera y misericordiosa; por eso, todas las demás autoridades, todas las autoridades humanas, que son un reflejo de la autoridad de Dios, tienen como característica, cuando son auténticas y legítimas, el ser firmes y deferentes, duras y tiernas a la vez.
En el único caso que no se da esta relación de autoridad y de obediencia es en la relación entre el Padre y el Hijo, en la procesión de las Personas Divinas, porque aquí la semejanza es perfecta, es la identidad absoluta del Padre y del Hijo y por eso la segunda Persona, el Verbo de Dios, es la identidad misma del Padre.  Es como dice San Agustín: “la divina sabiduría engendrada”.  Y de esa perfecta generación, del Padre y del Hijo, surge y emana de ambos el perfecto amor.  En Dios, el sujeto del amor es el mismo Dios.
El Verbo de Dios es todo lo que Dios es.  Dice enteramente, es la voz plena y total de toda la esencia de Dios, de toda la esencia del Padre, Verdad de Dios, Dios de Dios.  Y el Verbo, no solamente dice lo que Dios es, sino todo lo que depende de Dios, sólo que, cuando la voz de Dios nombra las creaturas, las crea, las hace surgir de la nada, porque todas las cosas son creaturas de los nombres, son creaturas del nombre de Dios y por eso la divina generación tiene su analogado más próximo, no en la generación carnal (porque la generación carnal es común al hombre y a los animales irracionales), sino que su analogado más próximo es la generación del pensamiento.  Es el pensamiento cuando forma en su interior un contexto, una definición de las cosas.
Cuando nosotros pensamos, comprendemos, entendemos alguna cosa, engendramos en nuestro pensamiento un verbo interior, que es una semejanza de la cosa conocida.  Y en el acto de conocerla y de comprenderla, son una misma cosa, el sujeto que entiende y la cosa entendida.
Por eso el alma inteligente del hombre, a medida que progresa y que crece en la concepción y en el conocimiento y en la verdad de todas las esencias existentes, va siendo creadora, y por eso cuando somos en la verdad y hablamos de las cosas y las decimos con verdad, es como si las creásemos.  Es como una semejanza remota del acto creador de Dios.  Nombra una cosa, la dice, la conoce y esa cosa se constituye en la existencia de la nada.  Y nuestra mente, hecha a su imagen y semejanza, conoce las cosas porque ya son, porque Dios las ha creado, en un verbo que engendra su mente y así, en una gota de alma inteligente cabe el universo entero.
¿Qué es el pecado?  ¿Qué es el pecado original?  Es justamente la voluntad de la creatura, que en lugar de preferir lo mejor, de preferir a Dios, se prefirió a sí misma.  ¿Y cuál fue la consecuencia del pecado?  Que la creatura, hecha a imagen y semejanza de su Creador, se precipitó en la región de la desemejanza.  Entonces Dios, en su infinita misericordia, envió a su Hijo y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y padeció por los hombres y asumió los pecados de los hombres y los rescató con su muerte vil en la cruz.
Y todavía no lo dejó al hombre: continuó siempre y continúa peregrinando junto a él, en esa Iglesia fundada por Él, que es la prolongación de la encarnación en el tiempo, y sigue sustentando y sosteniendo al hombre con su propia carne y su propia sangre, en el Pan Eucarístico.
Y el Verbo de Dios, que como Dios es el igual al Padre, como hombre es inferior al Padre y el obediente del Padre, como reitera comúnmente el Evangelio.
¿Y qué es la patria?  La patria es también una idea, es una concepción de la mente.  Es la idea, es el pensamiento que concibieron los fundadores, los patricios y los que realizaron esa idea y la constituyeron en una soberanía, porque la patria ingresa realmente en la existencia cuando la idea se constituye en poder, en capacidad para asumir una responsabilidad política, para realizar una empresa común, a lo largo de generaciones solidarias en el mismo destino y en la misma responsabilidad.  La patria es la historia de la patria.  La patria tiene como sustancia a la historia, tiene como sustancia la permanencia de esa concepción, la semejanza de esa idea fundadora.
Por eso, cuando nos falsifican la historia, nos estafan la patria.  Y esto es lo que nos ha ocurrido, lo que nos está ocurriendo a nosotros.
Hay un hecho, hay un acontecimiento, el primero de nuestro tiempo histórico, que el revisionismo todavía no ha encarado suficientemente.  Me refiero a la revolución de mayo.  La revolución de mayo es el acontecimiento donde se inicia la patria de los argentinos en el tiempo.  Y se comprende, que de la interpretación de lo que haya sido en la concepción de los realizadores, este acontecimiento, depende todo el destino de nuestra patria.  Y ese acontecimiento ha sido sustituido en su realidad, por una ficción creada por la masonería, cuando en Caseros triunfó políticamente hasta el día de hoy.
La revolución liberal, repito, triunfó en Caseros, y lo primero que hizo fue erigir, sancionar, una constitución esencialmente liberal, que si bien reconoce e incorpora algunas prescripciones que proceden de la tradición católica, no hacen a la esencia misma de la constitución.
Y sobre la base de ese estatuto, fundamentalmente liberal, se han ido consumado todas las destituciones de esos principios, de esas verdades esenciales que son el fundamento de una vida noble y decorosa de los hombres y de las naciones.
Y después de la constitución, se procedió a la falsificación de la historia argentina, sobre todo en el hecho inicial de la misma.  Esa fue la tarea de los masones Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López.  Si bien es cierto que Bartolomé Mitre, en la hora de la muerte, abjuró de la masonería y se reconcilió con la Iglesia Católica, cuando escribió su historia de San Martín y su historia de Belgrano, era un grado 33 de la masonería.
Y esa falsa interpretación de la revolución de mayo ha durado y dura hasta el día de hoy.
La revolución de mayo fue un acontecimiento esencial y estrictamente militar, y el protagonista, el realizador de esa revolución y de su idea fue el Comandante de Patricios Cornelio Saavedra.
¿Cuál fue la concepción de la revolución de mayo?  Lo dice la misma Junta, en la proclama del 29, suscripta por todos sus miembros, en cuya primera parte se agradece a los cuerpos militares de Buenos Aires la decisión de asumir la responsabilidad del gobierno.  Y se dice más todavía: se dice que, habiendo caducado la autoridad monárquica en la metrópoli, por haber caído en manos del invasor napoleónico y haber sido instaurado allí un rey extranjero y hereje, estas provincias españolas del Río de la Plata no tenían sino dos caminos: o someterse al nuevo poder o asumir la responsabilidad de la propia conducción.
Y ocurrió entonces lo mismo que en 1806 y 1807, cuando todas las gentes se levantaron para rechazar al inglés, invasor y hereje y también los ejércitos de Napoleón tenían como bandera la herejía del liberalismo, y eran además una fuerza extranjera.
La revolución de mayo fue, pues, una reacción política de aquellos que se sintieron capaces de asumir la responsabilidad de un destino, de asumir la responsabilidad de una soberanía y de un señorío político.  ¿Con qué derecho?  Con el derecho que significa la capacidad para ejercer.
Este fue el significado de mayo, pero cuando se instituyó la Junta, en ella fue incluido como secretario el Dr. Mariano Moreno, masón y abogado de los comerciantes ingleses en el Río de la Plata.  Él, que no había tenido absolutamente nada que ver con la revolución de mayo, y que desde el día 22 al día 25 había permanecido escondido, tanto que hubo que buscarlo por todas partes, porque había sido incluido en la Junta y no daban con él.  Pasó entonces algo semejante a lo que ocurrió con la revolución del 16 de septiembre.
La revolución del 16 de septiembre fue también una revolución militar y católica, y ocurrió que cuando el General Lonardi llegó a Buenos Aires apareció en el puesto clave del ministerio el Dr. Eduardo Busso, que nada había tenido que ver con la revolución.  Y en la misma forma que Moreno era abogado de los comerciantes ingleses del Río de la Plata, el Dr. Busso era el abogado de la Banca Loeb, que ha firmado la concesión más inicua con nuestro gobierno.
A pesar de lo que me enseñaban en la Facultad de Filosofía, donde los profesores repetían siempre que la historia no se repite, si hay algo que se repite constantemente, eso es la historia.
Nuestro Señor Jesucristo nos ha enseñado un método infalible para descubrir, para apreciar, para estimar el verdadero significado de los frutos, y es simplemente del árbol que da los frutos.  Es que por los frutos se conoce al árbol, y nosotros vamos a reconocer siempre, por los frutos podridos, la presencia de la masonería.
La prueba de lo que estoy diciendo es la siguiente: cuando salieron los ejércitos libertadores hacia el interior de la patria, Mariano Moreno incorporó en ellos a los que hoy se podrían llamar “comisarios políticos”, del tipo de Castelli y de Monteagudo.  Estos hombres le dieron un significado a esos ejércitos, que era la negación misma de la revolución de mayo.  Levantaron la bandera de la irreligiosidad, la bandera del laicismo jacobino y por eso en todas partes encontraron una resistencia tremenda y así perdimos el Paraguay y perdimos las provincias del Alto Perú.
Manuel Belgrano, ese hombre tan puro y tan pleno, católico y mariano, que vivió esa tremenda experiencia, la escribía a su sucesor, el general San Martín, cuando se hizo cargo de los ejércitos del norte y después, de la formación del ejército de los Andes, le escribió estas palabras que debieran grabarse de modo indeleble en las almas, principalmente en las de nuestros soldados: “Conserve la bandera que le dejé, que la enarbole cuando todo el ejército esté formado, e invoque a Nuestra Señora del Carmen como Generala y no se olvide de los escapularios para la tropa.  Acuérdese que usted es un general cristiano, apostólico y romano y que no debe permitir, ni siquiera en las conversaciones más triviales, que se falte el respeto a todo lo que hace a nuestra santa religión”.
¿Por qué le hacía esta amonestación, esta advertencia?  ¿Por qué le daba este mensaje apremiante?  Justamente para evitar lo que había estado aconteciendo hasta ese momento, por la interferencia masónica en la revolución de mayo.
Y San Martín cumplió, como debieran y deben cumplir mientras exista nuestra patria, los continuadores de los Cuerpos Militares que la fundaron.
¿Cuáles son los acontecimientos históricos que continúan el verdadero pensamiento de mayo?  Son justamente esos acontecimientos que culminan en los veinte años del gobierno de Rosas.
Rosas fue el continuador, el heredero, el hijo fiel.  Él realizó con la misma bandera de la revolución de mayo, que es esa que Belgrano nos ha legado, la unidad nacional, y consolidó la soberanía a una altura que jamás tuvo después nuestra patria.  Y no lo digo yo; el testigo que voy a nombrar es el más autorizado que puede hablar en la Argentina: me refiero al general San Martín.
Si leemos la correspondencia que mantuvo con el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas desde el año 1838 a 1850, veremos reiterar allí la admiración y el agradecimiento a Rosas por su defensa de la soberanía de la patria, y todavía hizo más: en su testamento le legó su sable de libertador de América.  Ningún argentino, ni antes, ni ahora, ni nunca, podrá ser acreedor a un honor tan grande como ese.
¿Entonces, qué representa Caseros?  Caseros representa la negación de mayo, la contradicción de mayo: porque Caseros es el triunfo de la masonería y del liberalismo en la política argentina.
Todos nosotros hemos sido testigos de acontecimientos pavorosos.  Un general del Ejército Argentino y presidente de la nación, Perón, hizo un día quemar la bandera de la patria, como una estratagema, para culpar a los católicos de este horrendo crimen, y cinco días después el Comandante en Jefe de las fuerzas de tierra, mar y aire hacía patrullar las calles de Buenos Aires y proteger a los incendiarios y a los sacrílegos y a los devastadores de los templos de nuestra fe, que son a la vez monumentos de la patria.
¿Cómo ha podido ser eso?  ¿Cómo puede ser que, todavía hoy, si ese personaje se presentara como candidato, tendría los sufragios de la mayoría de los argentinos?  Cosa pavorosa, cuya responsabilidad no está toda entera en estos hombres que fueron capaces de tamañas infidelidades, traiciones y claudicaciones.
Para que pudiéramos llegar a esto, para que pudiéramos llegar a este menosprecio y a esta burla del consejo que Belgrano le dio a San Martín, tenía que haber ocurrido algo tremendo en el país, y esa fue la obra de la masonería.
¿Y cómo no va a ocurrir esta cosa pavorosa que ha sucedido y que le hizo decir al masón Winston Churchill, “Es la primera vez en la historia universal que un general hace quemar su bandera y que un católico hace quemar sus templos”?
Después de la constitución nacional de 1853, después de la falsificación de la historia argentina iniciada por Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, vino el tercer episodio de la traición liberal y masónica, y fue entonces, en el ’80, cuando se consumó la destitución a Cristo de la familia y de la escuela, y se implantó el laicismo escolar y el matrimonio civil, como precedente de lo que iba a venir después, en el tiempo de Perón: la indiscriminación de los hijos y el divorcio.
Sarmiento, en el ’80, era Gran Maestre de la masonería argentina.  Sarmiento, entonces, había sido todo lo que se puede ser en la patria: embajador, gobernador, presidente, senador.  Lo había sido todo, y Sarmiento en el mismo momento en que presidió la agresión a Cristo en la escuela y en la familia argentina, escribió la página que les voy a leer, y ustedes verán aquí como es verdad lo que dice la declaración de la Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino: “Lo católico es el origen, la esencia y la raíz del ser argentino y todo lo que atenta contra la religión, atenta también contra la patria”.
Sarmiento, renegado de la religión de sus mayores, perseguidor de Cristo, el más grande mentiroso que ha tenido nuestra historia, fue también un renegado de su patria.
En “Conflictos y armonías de las razas en América”, libro aparecido en el año 1881, escribió estas líneas, en el capítulo VII, página 258, a la cual les ruego que presten atención.
Se refiere a las invasiones inglesas y a la ocupación transitoria de la ciudad de Montevideo por los ingleses, y dice: “Y trece números de un diario que publicaron en inglés en Montevideo, excelente por las ideas, de mucho auxilio por los avisos y lo abundoso en noticias, dejan sospechar que se habrían anticipado bajo el dominio británico, en cincuenta años los beneficios de la civilización inglesa, las ventajas del comercio y de seguro, el privilegio de tener asambleas efectivas, revestidas con las facultades de ponerse sus contribuciones y todas las demás franquicias de un pueblo libre; pues no es fácil explicar, porque no nos habrían concedido lo que tienen de suyo el Dominio del Canadá, El Cabo y los prósperos estados de Australia, cuyos parlamentos son reales y verdaderos.  Habríanse cumplido así, una buena porción de nuestra historia y entre sus páginas inútiles, la salvaje y ensangrentada que se sucede a la disolución del Congreso de 1826, hasta el 3 de febrero de 1852”.
¿Cómo puede… un argentino?  ¿Cómo puede un argentino haber escrito esto?  Un argentino que lo fue todo en la patria.  ¿Cómo puede decir que se habrían anticipado en 50 años los beneficios de la civilización inglesa?  El tiempo heroico de nuestra patria, el tiempo de la guerra de la independencia y de las guerras civiles, porque nuestra patria no nació de un contrato ante escribano público: nació de la guerra y del sacrificio de las generaciones.
Y fíjense ustedes.  El mismo que reniega de su religión, es un renegado de su patria.  Y preguntémonos, porque la verdad hay que decirla toda, ¿cómo puede ser el modelo del ciudadano argentino?  ¿Cómo puede ser el arquetipo de la nacionalidad?  ¿Cómo puede ser el educador argentino?  Un hombre que ha escrito esta página en la plenitud de su vida; que ha lamentado la historia de su patria, es decir, que ha lamentado la existencia misma de su patria.  Esto no se explica.
Lo que ha pasado delante de nuestros ojos, lo que puede volver a pasar, porque las generaciones argentinas han sido formadas, esas generaciones procedentes del aluvión inmigratorio, del cual en primera, en segunda o tercera generación, procedemos la mayoría de los argentinos.  Ellos fueron educados en la escuela de Sarmiento y en la universidad bolchevizada de la reforma.  Y lógicamente, de ese árbol tenían que venir estos frutos.
La familia.  La familia no es solamente el lugar de la generación carnal; eso lo tiene el hombre en común con los animales.  Hay algo más importante todavía, que hace imprescindible la familia, y es la crianza y la educación de los hijos, porque solamente en el seno de la familia, solamente los padres son los que pueden, los únicos capaces de consagrarse con solicitud plena, con la ternura más cuidadosa al cuidado de la individualidad de cada uno de sus hijos.  Cuando luego se pasa a la escuela, la educación necesariamente se hace general, se hace común.  No puede estar atenta a la idiosincrasia, a la modalidad, a la peculiaridad, a la singularidad de cada persona.
La familia es distinta.  Si los hijos ya no son hijos de sus padres, porque resulta que a lo mejor visitan a su madre en una casa, donde ella vive con otro hombre que no es su padre y visitan a su padre en otro lugar, donde vive con una mujer que no es su madre, yo pregunto: ¿de quién son los hijos?  ¿Cuál es la situación en que ellos quedan?  Son hijos de nada y de nadie.  ¿Quién podrá cuidar su alma?  ¿Quién podrá cuidar su persona?  ¿Y quién podrá sustituir a esos padres que no tienen?
Hemos discurrido acerca de lo que representa la verdadera religión de Cristo, acerca de lo que representa una patria en soberanía, conocida y amada en su historia verdadera, porque la patria es la historia de la patria, hemos hablado sumariamente de lo que es la familia y el sentido de paternidad, y hemos visto que la misión conjunta y jerarquizada de estas tres instituciones primordiales es asegurar, es mantener sobre la tierra la imagen y la semejanza de Dios, que ha de ser el hombre y la ciudad levantada por el hombre.
Nos hemos referido, también, a lo que significa que le arrebaten a uno la religión, que le arrebaten la patria, falsificándole la historia y que le arrebaten la familia, destruyéndola con la indiscriminación de los hijos y con el divorcio vincular.
Todo esto está consumado en la patria, está consumado en el estado de derecho; no está consumado en la Argentina real, todavía, pero esa es la Argentina oficial, ese es el estado de derecho.
Se han ido sancionando, se han ido convirtiendo en ley, se han ido convirtiendo en legalidad, todas estas traiciones, todas estas claudicaciones.  Y entonces, ¿cómo no se va a consumar ante nuestros ojos, la entrega de nuestro patrimonio material, esta entrega del subsuelo, estas concesiones inicuas y las que todavía quedan por consumarse?  Se pueden realizar así: impúdica e impunemente, por toda esta obra devastadora que se ha venido cumpliendo a lo largo de las generaciones.
Entonces, ¿qué queda por hacer?  ¿Qué se puede hacer?  Por el camino que llevamos, somos arrastrados irrevocablemente hacia la esclavitud comunista.  La única salida es una reacción extrema, total, absoluta, que comporte el retorno a esos principios que nos dieron el ser.
Por eso, la política católica, nacionalista y jerárquica, la restauración de todas las cosas de la patria y de la patria misma en Cristo, ésa es la definición de mi cátedra.  A los que me escuchan y en primer término a mis propios hijos, tan amados y a mis queridos alumnos combatientes, les digo: esta es la más alta y pura razón de vida, para consagrarme la vida entera.
Y si Dios dispone que nos espere o nos encuentre la muerte en la lucha, recordemos que igual tenemos que morir, y lo que nos enseña el Filósofo: vale más vivir un solo año para un fin elevado, que arrastrar una larga vida vanamente.
Finalmente, ¿qué cosa mejor nos puede acontecer, que ir al encuentro de Dios en la eternidad, a través de una buena muerte, abrazados a la bandera que Belgrano nos legó y con la mirada puesta en esa gran cruz alzada sobre todas las naciones?
Profesor Jordán Bruno Genta
ASESINADO POR LA GUERRILLA MARXISTA EN UN DÍA COMO HOY
(Conferencia pronunciada en el Colegio Lasalle,
el 20 de abril de 1959)

jueves, 25 de octubre de 2012

Epistolario

CANTONI Y COOKE

Con motivo de un homenaje que le prodigara a John W. Cooke —uno de los ideólogos peronistas de la guerra revolucionaria marxista— el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas recibió el formal pedido de renuncia del destacado historiador Jorge C. Bohdziewicz. Siguiendo su hidalgo gesto, otros miembros del susodicho Instituto Rosas presentaron también sus respectivas renuncias.
Enterado del hecho, el señor Cantoni, miembro también él de la precitada institución, dio a conocer una penosa misiva, que retrata tanto su confusión mental como su incapacidad argumentativa, amén del prolijo pago de tributo a las categorías de la contracultura dominante, que ofrendan estos neo y pseudo revisionistas.
Reproducimos a continuación la epístola de Cantoni, y la condigna réplica del Profesor Jorge C. Bohdziewicz.


LA CONDIGNA RESPUESTA
  
Sr. Presidente del
Instituto Nacional de Investigaciones Históricas
“Juan Manuel de Rosas”,
Dr. Alberto González Arzac

De mi consideración:

He recibido copia de la nota que el profesor Juan Carlos Cantoni elevó al Cuerpo Académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” en relación con la renuncia que presenté el 19 del mes de septiembre. En ella, a modo de anticipación y para que no queden dudas, el firmante sostiene que adhiere y celebra el homenaje a William Cooke. Digo en respuesta que tiene todo el derecho de hacerlo y en los términos que mejor le parezcan. También puede disimular la contradicción que supone su admiración por un personaje que, según afirma, se comprometió con las luchas contra las dictaduras pero no tuvo escrúpulos en adherir a la de Fidel Castro, la más sangrienta y despiadada que se conoce. Lo que no debe, aprovechando la ingenuidad de los académicos, es estampar ligerezas sobre el Instituto que presido en el resto de su nota, fruto, sin duda, de una sorprendente ignorancia.

Para comenzar, le diré que la foto de José María Rosa presentando a Cooke no sólo no prueba que el homenajeado haya sido “revisionista”, título que suele adjudicarse con evidente abuso, sino que, en todo caso, confirma la desviación y complacencia de Rosa hacia el marxismo a la vez que prueba el prematuro ejercicio del “entrismo” en el Instituto Juan Manuel de Rosas, tolerado culposamente por muchos en una entidad que supo congregar alguna vez a los mejores estudiosos de la historia patria, verdaderos señores, ellos sí indiscutiblemente revisionistas. Nada sorprendente, al fin y al cabo, en quien concluyó su parábola defendiendo los inte-reses chilenos en la disputa del Beagle, cuyo desenlace significó una nueva amputación territorial. Supongo -sólo supongo- que esa foto y algunos párrafos de ocasión son para Cantoni testimonio ilevantable del revisionismo de Cooke, cuya nulidad de antecedentes académicos asombra más cuando es una institución académica la que lo homenajea.

Cantoni no desmiente los reparos que le presenté al Brigadier Carlos French cuando se empeñó en nacionalizar el Instituto. En más de una ocasión le señalé los riesgos de que se convirtiera en una suerte de apéndice del poder político y sujeto a sus vaivenes, toda vez que su funcionamiento en lo sucesivo dependería de la voluntad e intereses de lo funcionarios de la cartera a la que estaría adscripta. Pero Cantoni quiere demostrar que no es así y hace para ello una apretadísima y desafortunada síntesis, con ánimo comparativo, de la trayectoria del Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”. Dice bien que fue fundado en 1972 y en 1977 obtuvo personería jurídica, pecado este último, al parecer, por haber sucedido en “plena época de la dictadura genocida”. De otra manera no habría mencionado esa circunstancia. ¿Y? Recuerdo que yo personalmente realicé el fastidioso trámite burocrático de rutina para alcanzarla. Recuerdo también que en “plena época de la dictadura genocida” fui al cine alguna vez, leí libros, trabajé en el archivo, visité amigos, dí clases en un colegio, disfruté viendo  algún partido de fútbol y, como la inmensa mayoría de los argentinos, hice muchas otras cosas propias de un individuo del común. Casi se me olvidaba decir que Julio Irazusta, la máxima figura intelectual del revisionismo histórico, presidió el Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”, en “plena época de la dictadura genocida”.

¿Qué pretende Cantilo con esa tosca alusión? ¿Asociarnos acaso al gobierno del denominado Proceso de Reorganización Nacional a partir de la obtención de la personería jurídica en aquella época? Me niego a razonar sobre semejante estupidez. Pero hay algo más. No podía faltar la mención a nuestra relación con el CONICET. Cantoni dice que el Instituto no perdió su “independencia ni corrió el riesgo de convertirse en instrumento de las veleidades ideológicas de los superiores jerárquicos durante los gobiernos dictatoriales, ni democráticos”. Razonamiento bastante pobre y carente de matices sobre el que podría escribir muchas páginas. Pero seré breve.

Hay cosas sobre las que Cantoni no tiene la menor idea y en vez de callar y averiguar como historiador, en el supuesto que lo sea, escribe. Es evidente que en tanto asociación civil con personería jurídica y sujeto de derecho privado, el Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny” no podía perder su independencia porque de nadie dependía, ni bajo gobiernos dictatoriales, ni bajo gobiernos democráticos, sino de sus propias capacidades y limitaciones. Sólo este gobierno parece romper la regla y quitar personerías. Nadie jamás lo presionó ni se vio amenazado en el ejercicio de su libertad académica. Nuestro único cometido era investigar el pasado con probidad y jamás le hicimos morisquetas al poder de turno. Como Programa del CONICET la situación fue distinta aunque nuestra conducta la misma. Con el advenimiento de la “democracia” el Instituto fue violentamente suprimido por resolución del Directorio luego de una evaluación obscena por su arbitrariedad y sectarismo, bien documentada y que no viene al caso detallar. Es que el CONICET había caído bajo el dominio de ideólogos y viejos militantes de la subversión marxista y nuestra calidad de revisionistas, nacionalistas y católicos resultaba intolerable para ellos.

Fue bajo la gestión del doctor Raúl Matera en la Secretaría de Ciencia y Tecnología que se rehabilitó al Instituto salvándolo de su marasmo. Pudo así reiniciar sus actividades y reincorporar a investigadores y técnicos cesanteados. Y fue nuevamente bajo la gestión marxistoide de Juan Carlos Del Bello y sucesores en esa cartera que el Instituto volvió a ser objeto de presiones y acosos diversos. Sin embargo tampoco en ese ámbito perdimos nuestra independencia porque nos obstinamos celosamente en no perderla, aun pagando un alto costo que no viene al caso precisar y queda ya enunciado. Las situaciones de ambos Institutos son, por estas y otras razones, distintas e incomparables.

A Cantoni le parece inaceptable que yo diga que se incorporaron al Instituto al que renuncié -que se llama de “investigaciones”, conviene recordarlo- personas “ajenas” a la “investigación histórica”, como si ello fuera un insulto y no simplemente una realidad que consta y que sólo requiere para darle fe posar la vista sobre el listado de sus miembros. Dicho esto no en desmedro de los divulgadores, algunos egregios, pero cada cosa en su lugar.

Si a Cantoni le molesta que utilice la referencia a la “partidocracia” y cree que con ello pretendo descalificar a la “democracia”, lo siento mucho. Pero se me hace imposible desligar una y otra de la profunda decadencia en todos los órdenes de su existencia que vive nuestra Patria, sin que ello signifique adhesión a las formas anteriores. Y siento también decirle que las Dictaduras constituyen una legítima respuesta al caos y la anarquía, como en la Roma republicana, sobre todo cuando el poder dictatorial está asumido por un virtuoso por su moral y su saber. No hace falta que le diga que Rosas era un Dictador de esa clase y menos que le asegure que “salvó” a la Patria de su disolución. Después, si quiere, hablaremos de “democracia”, siempre que admita, como yo, que es el mejor sistema político porque otro peor no se pudo concebir.

Más me parece que no nos pondremos de acuerdo. Cantoni, que se muestra como un admirador del Cooke, me endilga gratuitamente la condición de “posible admirador de la doctrina de seguridad nacional” y parece dispuesto a negar o ignorar que el susodicho personaje contribuyó a formar los cuadros ideológicos del terrorismo maxista, el mismo que desencadenó una guerra homicida contra la Patria, como dije en mi renuncia. Pero en vez de predicar la violencia, la lucha de clases y recibir entrenamiento en Cuba, parecería que Cooke se dedicó a predicar la paz, el diálogo y la unidad. Si así fuera, reconozco que me he equivocado redondamente.

En medio de sus desaciertos, Cantoni dice algo con lo cual tengo plena coincidencia. Pide que sea aceptada mi renuncia “sin más”. Así también lo pido yo, y agrego mi deseo de que sea lo más rápido posible. De este modo no perderé tiempo en respuestas como estas, pues me esperan buenos libros para leer y amigos para conversar. Y Cantoni podrá dedicarse a descubrir placas y debatir sesudamente sobre “la relación del cuerpo con toda concepción propia de la dictadura genocida”. En alguna peña…

Por último, Señor Presidente, le pido que divulgue esta nota entre los Miembros del Cuerpo Académico, como lo hizo con la del profesor Cantoni. Creo que corresponde en justicia. De paso le aclaro que no me siento agraviado por los términos de la nota del profesor. El único agravio es a la verdad y al buen gusto.

Atentamente

Jorge C. Bohdziewicz

Como se pide

SANTO ROSARIO
   
  
Se agradece difundir
  

martes, 23 de octubre de 2012

A la Vanguardia

“LA GRAN FARSA
DE ECHAR LOS VOTOS”
(R.P. Leonardo Castellani)
   
   
DEFENDAMOS LA VIDA
  

lunes, 22 de octubre de 2012

Como se pide

TESTIMONIO

A pedido de su autora, publicamos a continuación esta nota, que juzgamos un sincero,generoso y sugerente testimonio de vida cristiana. Entendemos que caben diferentes posturas prudenciales frente a la concurrencia o no a los llamados “Encuentros de Mujeres”. Estamos en un terreno legítimamente opinable. No es nuestro propósito abrir ningún debate al respecto. Simplemente queremos ser honestos y hacer esta sencilla aclaración previa. Agradecemos, desde ya, a la autora, que nos la haya remitido.


XXVII ENCUENTRO DE MUJERES
POSADAS, MISIONES 2012

Sí, estuve allí también este año. ¿Y sabes qué? No llegábamos a cien las mujeres católicas. Pocas ¿no?

Mira un poco nuestra Argentina; nuestras calles, nuestros supermercados y tiendas, nuestras escuelas y universidades y dime si no éramos pocas. Bueno, quizá debiéramos decir “poquísimas”.

Estos Encuentros de Mujeres feministas se realizan hace ya veintisiete años en Argentina. No sé si se realizan en otras partes del mundo. Por lo menos no se los ve en los medios. Yo pasé casi la mitad de mi vida ignorante con respecto a la realización de estos encuentros. ¿Cuántos años tienes tú?

Pasar la mitad de la vida ignorando que en tu país ocurre algo tan importante año a año ¿no te parece grave? ¿No te parece extraño que no se divulgue de forma masiva un acontecimiento nacional que se repite año tras año? ¿No te sentirías engañada? Especialmente porque te afecta directamente.

¿Cómo puede ser que la mayoría de las mujeres argentinas y de las familias argentinas nunca oyeron hablar de estos encuentros y no saben qué se dice y se hace allí y cuál es el fin de los mismos? ¿Para qué sirve tanta televisión si la operación de la lesbiana Sandra Mihanovich es más difundida y ni siquiera Lanata dijo algo, que se rasga las vestiduras pero que es abortista? No lo dijeron y no lo van a decir. Solo las cosas que a algunos sectores de la sociedad les interesa salen inmediatamente a la luz… o a las cámaras.

Pero ya no hay tiempo para preguntas. Como mujer católica, fíjate, que las mujeres del Evangelio preguntan poco, reaccionan pronto y actúan. Nosotras estamos dormidas, preguntamos mucho y… ¿actuamos? Conozco muchas mujeres esforzadas que sí lo hacen, pero muchas otras, incluso yo misma, debemos hacer más. Porque… ¿quién puede decir que lo ha hecho todo?

No me digas que las mujeres del Evangelio vivían en otra época y sometidas… Es imposible someter a la mujer. Dios la creó libre y, además, ya lo sabes, ella fue rebelde desde el principio. Se somete libremente cuando vislumbra detrás de lo visible el Rostro de Cristo. Sin el reconocimiento de ese Rostro ella sigue rebelándose. Esto es lo que le pasa actualmente: no ve el Rostro de Cristo oculto detrás de lo visible. Fija con demasiada atención sus ojos en las cosas aparentes y pasajeras que brillan mucho. Y esto también lo sabes: su rebeldía a Cristo la lleva a someterse al enemigo de Cristo.

Verlas el domingo a la noche frente a la Catedral de Posadas es corroborar lo dicho. Tres horas estuvieron. Tres horas… ¿te dice algo eso?

Muchas son las cosas que la mujer debe callar y guardar en su corazón y alguna vez se nos pidió que no habláramos “en la Asamblea”, pero hay cosas que deben divulgarse sin ninguna orden de por medio. Dime si en esto no somos expertas las mujeres. Y si no, pregúntaselo a la Samaritana y fíjate qué hizo ella con todo el tesoro que recibió en un ratito que estuvo conversando a solas con Él. O pregúntaselo a la Magdalena y fíjate qué hizo ella con esa alegría inmensa de verlo resucitado unos pocos minutos. La mujer no puede guardarse aquello que le colma el alma porque le sale a borbotones por la boca como el sudor sale por la piel. Yo te invito a venir a los talleres de mujeres autoconvocadas para hablar de aquello que no podemos callar. Aquello que Él nos dice cada vez que se encuentra a solas con cada una de nosotras…  Hay un silencio cómplice que nos confunde. Muchos, revestidos de autoridad, aluden a la obediencia y a la prudencia y coartan nuestra libertad de conciencia y de expresión desorientándonos. Por eso es esencial volver al Pozo de Agua Viva y al Huerto de la Resurrección; escucharlo y verlo, y luego salir a proclamarlo porque es el único que tiene Palabras de Vida Eterna. ¿También nosotras lo vamos abandonar? Acuérdate que las mujeres estuvimos al pie de la Cruz. A nosotras y al muy joven sacerdote nos legó sus últimos anhelos.

Hay una violencia que afecta directamente a la mujer y afectándole, afecta a la familia y a la patria toda. El aborto es un acto de verdadera violencia en una familia y esta violencia sucede en el vientre de una mujer que a la vez es madre. Una violencia que no tiene reparo porque es un crimen y no hay vuelta atrás. Por eso termina afectando a una patria entera. Recuerda que el Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz para devorar a su Hijo apenas naciera. Pero son muchísimos los devorados antes de nacer, por otros, que también se ponen delante.

Seguramente no habremos de ganar esta batalla en contra del aborto, es más; la estamos perdiendo. Pero ¿por qué se la tienen que llevar tan de arriba? ¿Por qué las mujeres católicas no estamos presentes en los talleres? ¿Es que no tenemos nada que decir? Callar estas cosas puede ser pecado de omisión. En cada taller, de los casi noventa, hace falta quien diga la verdad mansa y humildemente como el Cordero. Es imposible que ilumine el Espíritu Santo si no estamos allí. Nos doblan en número… y, sin embargo, están equivocadas. Somos “una voz que grita en el desierto” mas, ¡qué importa! ¡Gritemos igual! Podrán dictar muchas leyes pero ¿por qué tienen que arrebatarnos nuestros ideales? Tenemos que ir a pedir que el aborto vuelva a ser penalizado.

Yo comprendo tus muchas razones por las cuales decides no ir a participar en los talleres, pero no entiendo que no tengas una sola razón por la cual sí estés presente.

Vamos a defender la vida, que es uno de los Nombres de Cristo. La vida más inocente y semejante a Él (que no tenía ni tiene pecado), la vida que late en el vientre materno y que no tiene pecado propio, salvo el heredado por todos, pero no tiene el más leve pecado cometido por sí mismo. ¿No te parece también en esto el más semejante a Él: en que está revestido de pecado? ¿No te da la sensación de que carga con pecados ajenos?

¿No nos quejamos de la sarta de mentiras y engaños que nos rodea? Pues nosotras vamos a defender la verdad; que es otro de los Nombres de Cristo. Somos nosotros los depositarios de la Verdad del Evangelio, nosotros, los bautizados. Nosotros hemos escuchado el mensaje de la verdadera felicidad: que “el Reino de Dios ha llegado”. Y esto es lo que vamos a decir: ¡Que Cristo es Rey! ¡Que reina y vive entre nosotros! Nosotras llevamos la Verdad como una luz en las tinieblas, como una antorcha en la más densa oscuridad. Porque Él viene con nosotras. Él que, además, es Luz y, por eso, también lo somos nosotras. Muchos Nombres bellos tiene Cristo, pero éstos nos lo reveló Él de sí mismo.

¿Tienes miedo? Nosotras también. Es lo que ellas quieren provocar. Pero Cristo Eucaristía es nuestra fuerza. Por eso la marcha y los desmanes del domingo terminan frente al Sagrario. Sin Él “nada” podemos hacer. No te digo estas palabras porque suenan bien; realmente Cristo Eucaristía es nuestra fortaleza.

¿Crees que no estás intelectualmente formada y preparada? Nosotras tampoco lo estamos. Tenemos todo un año para leer, informarnos y conocer datos, estadísticas y definiciones. Nuestro sentido común aún está sano, sin embargo gritamos con el Profeta: “¡Señor, no sé hablar!” Pero Él vuelve a decirnos: “Yo hablaré por ti”. Imploramos con Juan Dieguito: “¡Envía a otro!” Pero vuelve a repetirnos: “Quiero que vayas tú”… Y el Espíritu Santo viene en nuestro auxilio.

¿No tienes dinero para costearte el viaje? Nosotras tampoco tenemos quién nos ayude, ni siquiera Cáritas… Ahorramos durante un año, sin embargo, ten cuidado en que no sea ésta la razón de mayor peso, valga la redundancia, que te impida ir a los talleres porque puedes llegar a ser una de ellas, que van porque les pagan. Porque les pagan van a difundir errores y producir horrores.

¿Amas a Cristo? Entonces ven. ¿Amas tu vida y temes perderla? Entonces quédate. Sé libre. Ven a decir libre y humildemente la Verdad a muchas mujeres engañadas y ten misericordia de ellas. Pudimos haber estado de ese lado. Por eso, si estás de éste lado, ven a defender la vida del más inocente exponiendo la tuya.

¿Quieres hacer un bien a tu patria enferma? Entonces ven con el cataplasma de tu palabra, que no pase a la historia como una patria homicida que legaliza la muerte de los más débiles sin que las mujeres católicas hayamos hecho todo lo que esté a nuestro alcance. Ven a decir a otras que nos encanta ser mujeres, preparar la comida, lavar los platos, tener y amamantar niños. Que nos encanta perder el tiempo contando cuentos o cantando canciones de cuna a nuestros hijos, nietos, sobrinos, hermanos y hermanitos. Que amamos al hombre esposo y padre de familia, cabeza y líder de la historia. Que sin renunciar un ápice a esto obtenemos también como ellas cargos de jerarquía y títulos terciarios o universitarios si así nos lo proponemos.

¡Levántate! ¡Vamos!

Y grita conmigo: ¡VIVA LA PATRIA!

Tamara Talmarino

sábado, 20 de octubre de 2012

Testigo de cargo

AHÍ TE QUIERO VER

En “La Nación-revista” del 22 de julio pasado luce a fs. 64 (como dicen en Tribunales) un artículo de Alina Diaconú cuyo título es un anticipo de todo lo que aquí se va a decir: “El mundo está loco, loco, loco”. Sólo que en el artículo la expresión tiene un acento humorístico y en esta notícula goza de la más estricta literalidad.
  
En efecto, la señorita Diaconú informa —entre otras  cosas parecidas— que “un muchacho veinteañero de Buenos Aires se enamoró de un delfín hembra a tal punto que, según lo confesó por TV, quería casarse con ella”.
  
¡Ahí os quería ver, esforzados defensores de la teoría de los géneros, de la sexualidad que cada cual edifica a su gusto, del hombre como página en blanco que cada uno llena en pleno ejercicio de una libertad que no reconoce límites!
  
¿Cómo le diréis al veinteañero porteño que eso no se puede hacer? ¿Cómo le negaréis el derecho “humano” de casarse con una delfina o con un congrio, si tal cosa le apeteciera? Volviendo a lo que digo arriba, es cuestión  de eliminar todo lo que de gracioso —digamos— tiene el  asunto y comprender todo lo que de pacato y fascista tiene la actual aplicación de la teoría de los géneros. ¿Por qué limitar la libertad al casamiento con alguien del mismo género? ¿Dónde quedan los zoófilos, los fetichistas y tantos otros “especialistas” de la sexualidad? ¿Por qué es más un señor que ama a los ingenieros agrónomos —como decía el ínclito Jardiel Poncela— que uno enamorado de las medias de seda o las ovejas Shetland? Claro que para discutir en serio estos temas hay que estar —como el mundo— loco, loco, loco.
  
Hay otra cosa que yo me pregunto en estos casos. Supongamos que la cultura moderna se impone en todo el mundo y todos los países que en él conviven decretan la legalidad de los matrimonios entre cualesquiera, con la única exigencia de ser dos. Nada más.
  
Ello implicaría el triunfo del progresismo, religión de cuyo credo el primer artículo es la sacralización del “cambio” y la condena implícita de la inmovilidad. El cambio es vida —nos dicen— y sólo lo que está muerto  permanece. Pero supongamos que desde hace dos siglos rige el matrimonio para todos (y todas). Nos encontramos en un problema. ¿Y si aparece un loco que sostiene que lo moderno es el casamiento entre un hombre y una mujer cuyo fin principal es tener y educar hijos? Un revolucionario feroz que se propone trastrocar el orden “natural” creado por las leyes? ¿Qué haremos o mejor, qué harán nuestros pobres descendientes teniendo que defender el matrimonio para todos (y todas) como progresistas y al mismo tiempo el statu quo como conservadores?
  
Lo que queremos decir es que es difícil —por no decir imposible— imaginar una posición más progresista que  el matrimonio entre dos hombres, dos mujeres o dos animalitos (uno de ellos animal racional, digamos). De allí en adelante el único cambio es el retroceso. Pero no se puede, en estricta doctrina progresista.

HISTORIA PARA IGNORANTES

Puesto que en la Historia hay un elemento de interpretación, siempre existe la posibilidad de una historia oficial y de un revisionismo. Esta verdad evidente, sin embargo, ha sido hoy en día tironeada, estirada y deformada de tal manera que el pasado termina por ser, como la sexualidad humana, una página en blanco en la que se puede inscribir literalmente cualquier cosa.
  
Así surgen los “relatos” que terminan por ser pura invención de los “historiadores” que los escriben por encargo.
  
Si, los hechos históricos pueden interpretarse de más de una manera pero la interpretación tiene un límite fuerte como una pared de acero. Ese límite son los hechos, los duros e insoslayables hechos. Cualquiera puede hacer cualquier interpretación —de Grosso chico a Pigna— pero esa interpretación podrá siempre juzgarse a la luz de los hechos que pretende explicar. En definitiva, lo que el historiador diga sobre una época o un episodio histórico valdrá lo que valga su capacidad de integrar en su discurso todos los hechos importantes de  la época o el episodio.
  
El deleznable relato actual de la historia argentina  en la década del setenta queda así juzgado —en cuanto se accede a él— porque omite el hecho principal, en una historia globalizada: la guerra revolucionaria desatada por el marxismo-leninismo a partir de 1917.
  
No implica esto el describirla como una simple “conspiración”. La realidad es más compleja pues incluye un factor conspirativo (una central que dirige las acciones clandestinamente) representado por el Estado cubano y un espontaneísmo típico de la etapa 1945/91 que en otras latitudes dio fenómenos como el trotskismo, el maoísmo, el senderismo, etc.
  
En otras palabras, sería un error pintar lo que los militares llamaron la “subversión” como una simple empresa conspirativa dirigida desde Moscú, pero es también mentira omitir en su descripción ese complejo fenómeno de la guerra revolucionaria.
  
Hay en el siglo XX otro hecho que ha sido sometido a la brutal acometida del pensamiento único: la guerra civil española. En América, las fuerzas armadas un día salieron a perseguir jóvenes idealistas para ahogar los movimientos populares liberadores que se perfilaban entonces. En España los militares, con la decisiva ayuda de las naciones fascistas, salieron a liquidar una república ejemplar que estaba cumpliendo un vasto programa de reformas.
  
¿Se citan hechos para justificar estas interpretaciones? Por cierto. Los historiadores “progresistas” tienen una mochila llena de hechos que parecen justificarlas. Pero aceptarlas conlleva, al mismo tiempo, omitir otros hechos monumentales que quedan sin explicar. Ya hemos mencionado, en el caso argentino, la guerra revolucionaria.
  
Para el caso español, en el diario “El País” (edición  argentina) del 17 de julio pasado, tenemos un artículo, firmado por un “historiador” que se llama Ángel Viñas y cuyo título es todo un programa: “Una sublevación militar con ayuda fascista”.
  
Ya está. En una línea y seis palabras queda descripta toda la guerra civil. ¿Y cuál es la prueba, cuáles son los hechos en que se apoya esta interpretación? Unos contratos para la provisión de material bélico que un grupo de monárquicos españoles firmó con Mussolini el 1° de julio de 1936. (Contratos, añadiremos, perfectamente conocidos desde hace décadas). ¿Está claro? Nada —dice Viñas— de peligro revolucionario, de “impedir que España cayera en los abismos del comunismo”, lo cual es un camelo “que todavía algunos de los prohombres (de la derecha) continúan creyendo”.
  
Historia para ignorantes, por no decir necios. Para tragarse la versión de don Ángel hay que omitir una biblioteca entera de libros serios y documentados, hay que ignorar a Bolloten y a de la Cierva, para no mencionar a Pío Moa.
  
Los rojos dicen que el Partido Comunista era, antes de  la guerra, muy pequeño y débil como para pensar en tomar el poder. Pero omiten agregar que el socialismo extremista era indiscernible del comunismo. (Su jefe, Largo Caballero, era conocido como “el Lenín español”).
  
El peligro comunista, en su versión anárquica o en la “ortodoxa” era un “camelo”, pero  los españoles lo probaron en octubre de 1934 y lo vieron volver a levantarse en febrero/julio de 1936. En ese “camelo” creían también los socialistas moderados y los anarquistas que se sublevaron con Casado a principios de 1939. Esos son algunos de los hechos como paredes que caen sobre interpretaciones como las de Viñas y las aplastan sin remedio.

UNO MÁS DE VARGAS

Acaba de publicarse en Buenos Aires (Prisa, mayo de 2012) un nuevo libro (esta vez, un ensayo) de Mario Vargas Llosa (“La civilización del espectáculo”) que merece un análisis detenido.
  
¿Se trata de un libro importante? No me parece. ¿Original? Tampoco. ¿Agudo? No tanto. ¿Interesante? Ese adjetivo calificativo me gusta más.
  
Creo que es de algún interés analizar lo que dice el autor sobre temas muy trillados en nuestra agónica época. Vargas Llosa forma, con Savater y Eco, el trío más mentado de escritores de izquierda cultural y de derecha político-económica. Son gente plenamente solidaria con las formas básicas del progresismo pero que —al contrario de otros muchos— rompieron, hace años, con el establishment prosoviético y procubano.
  
Su izquierdismo cultural no les impide descolgarse con análisis críticos como el de este libro, pero en su momento veremos cuáles son los límites de su crítica.
  
Desde la primera página el autor descubre llanamente su propósito: demostrar que “la cultura, en el sentido que tradicionalmente se ha dado a este vocablo, está en nuestros días a punto de desaparecer. Y acaso haya desaparecido ya, vaciada de su contenido y éste reemplazado por otro, que desnaturaliza el que tuvo”.
  
Para probar su aserto, comienza Vargas por exponer lo que algunos ensayistas han opinado sobre el tema que le preocupa. Son autores muy diversos y hasta contradictorios: como T. S. Elliot y Gilles Lipovetsky. Y su pensamiento no clarifica el de Vargas. Más bien lo hace confuso: parece querer probar demasiadas cosas. La primera queja es también poco clara. Se refiere al término “cultura” que en el pasado definía todo lo que tiene una sociedad de “cultivo”, de cuidadosa elaboración de las razones para vivir (le vengan “de adentro” o por revelación). Desde el siglo XX la palabra ha tomado otro significado y viene a designar el conjunto de lo que el hombre hace, desde un oficio con sus resultados hasta una plegaria con sus implicancias.
  
Este nuevo sentido de la palabra proviene de dividir el mundo real en  cultura y naturaleza, entendiendo por lo primero “todo lo que el hombre hace” y por lo segundo “todo lo que el hombre encuentra hecho”.
  
Pero Vargas no entiende esto y cree que el cambio de sentido de la palabra es consecuencia de una decadencia. Lo grave  es que la decadencia (si hablamos de Occidente) existe, pero por causas que el autor no quiere examinar.
  
Así, cuando termina de exponer el pensamiento del grupo de escritores reclutados, Vargas emprende una descripción a veces interesante, del modo en que una civilización pervierte su legado cuando es atacada por  el morbo de la modernidad que es, ante todo, hybris, exageración y locura. (Véase la primera notícula de esta edición). Describir la banalización de la política, de la información y del sexo no es muy novedoso y corre el riesgo de convertirse en una banalización de la crítica. Lo importante es entender las causas y sugerir remedios. Sobre esto muy poco (o nada) hay en el libro de Vargas.

RELIGIÓN Y CULTURA

El libro de Vargas tiene algo diferente de los innumerables ensayos que sobre la cultura se han escrito partiendo de un punto de vista progresista. Y es un curioso reconocimiento del papel de lo religioso en la vida social. No sólo eso sino una valorización de la religión en la actualidad. Pero este discurso termina por sonar a falso cuando se contrapone con las posiciones del autor sobre la democracia liberal.
  
Porque Vargas postula la necesidad de lo religioso, pero en el marco de las instituciones democráticas, una convivencia pacífica en la que las Iglesias aceptan el orden secular sin protestar. Aunque no lo dice, podría poner el ejemplo de los Estados Unidos donde una Iglesia católica numerosa convive con un Estado democrático y liberal.
  
Pero ¿son así las cosas?  La mitología en que se apoya Vargas dice que el Estado democrático es neutral en materia de ideas y que en él cabe todo lo que se abra paso a través del sistema institucional de decisión y se convierta en ley, decreto o decisión ejecutiva. Esa ficción se mantuvo durante dos siglos (el XIX y el XX) mientras la Iglesia conservaba un poder temporal apreciable.
  
Ya desde fines del XX las cosas han comenzado a clarificarse.  El iluminismo progresista no es una ideología “hueca” que se limita a postular la libertad.  Es un sistema de pensamiento de base pseudorreligiosa que se define como un culto del hombre y su obra, un sistema radicalmente incompatible con el cristianismo y toda religión… religiosa (es decir, que se base en la existencia de Dios).
  
La versión izquierdista o comunista de esa nueva religión ha aprovechado cuanta oportunidad le dieran los hechos para perseguir con saña feroz al cristianismo (México, España, la U.R.S.S., etc.).
  
Pero la versión liberal no es menos agresiva aunque usa métodos más sutiles. Hace un tiempo postulé en esta misma sección una periodización del siglo XX que denotaría este hecho.
  
Primero: Etapa 1900-1945. La religión progresista unida enfrenta a las últimas potencias enemigas “externas” (por así llamarlas), los fascismos.
  
Segundo: Etapa 1945-1991. Las dos versiones del iluminismo se enfrentan en la guerra fría y la guerra revolucionaria. Triunfa el ala liberal con el derrumbe de la Unión Soviética.
  
Tercero: Etapa 1991 ¿a 2035? El argumento de esta etapa no son los “socialismos del siglo XXI”, necia imitación del fracaso soviético, sino la guerra cultural en la que el progresismo intentará sustituir al cristianismo.
  
Vargas Llosa dice una cosa curiosa. Reconoce que “la trascendencia es una necesidad o urgencia vital de la que (el hombre)  no puede desprenderse sin caer en la anomia o la desesperación”, pero también afirma que “no cree que la fe religiosa sea el único sustento posible para que el conocimiento no se vuelva errático o autodestructivo”, y por ello fue posible que “una moral y una filosofía laicas cumplieron, desde los siglos XVIII y XIX, la función (de las religiones) para un amplio sector del mundo occidental”.
  
¿Advertirá Vargas lo que implican sus palabras? ¿No se da cuenta de que “la civilización del espectáculo y la banalización de la cultura” son consecuencias directas de esa sustitución de lo religioso por la (lamentable) religión progresista? Por lo visto, cree que pueden coexistir las dos cosmovisiones, la del hombre que se hace Dios y la del Dios que se hizo hombre. No pueden.
  
El progresismo retomó su antiguo nombre (aquel con que nació en el XVIII) y se prepara a dar la batalla final contra la fe. Las perspectivas naturales son cien contra uno a favor de la religión del Hombre.  La Iglesia está a oscuras, llena del humo de Satanás. Por suerte, la última palabra la tiene Dios.

IDEALES DE LA JUVENTUD

En el “Clarín” del 29 de julio leemos un reportaje a un psicoanalista de apellido Rodulfo con un título prometedor: “Hoy los padres merecen más elogios que críticas por su estilo de crianza”. ¿A ver? Empezamos bien, con un párrafo de un psicólogo norteamericano que es el mentor de Rodulfo. Allí se dice que “todo ser humano, desde el principio de su vida necesita… no vivir en un mundo donde se le permita todo”. No es lo que se llama novedoso, pero es justo.
  
Seguimos. Luego Rodulfo afirma que “hay que elogiar a los padres que desde hace medio siglo hacen un gran esfuerzo por cambiar pautas de crianza y adaptarse a (las) transformaciones que ocurren… en las sociedades occidentales de hoy”, y califica todo eso como “un gran experimento de crianza más democrática y pluralista”. Espléndido. Ahora el periodista pregunta qué ejemplos de esa revolución puede dar. Y he aquí, literal, la respuesta de este genial psicoanalista: “Ha desaparecido la persecución para que los chicos no se masturben; ha caído el prestigio idealizado de la virginidad de las chicas, está crecientemente aceptado que un hijo puede ser gay, los adolescentes ahora tienen la posibilidad de tener su iniciación sexual en su propia casa”.
  
¡Aleluya! Ahora vemos la luz, y gracias a ella las metas hacia las que se mueve la sociedad.  Ahora entendemos el carácter de avanzada de La Cámpora y la ruta que señaló el sacrificio de uno de sus dirigentes en aquel oscuro placard de hotel.
  
Derechos humanos, sí señor, también para la juventud y derechos humanos que, curiosamente, tienen todos su sede en la mitad inferior del cuerpo. Masturbación, promiscuidad, mariconería y desverguenza. ¡Esas son las consignas del mundo futuro! Y nosotros que creíamos, con Claudel, que la juventud estaba hecha para el heroísmo y no para el placer. ¡Qué antigüedad! Por suerte están los Rodulfos que saben guiarnos tan bien hacia el “brave new World” que nos espera a la vuelta de cualquier esquina.
  
Algo más hay que decir. Los consejos implícitos que el psico brinda caerán en no más de un cinco por ciento de terreno fértil: los padres frecuentadores de Villa Freud. El noventa y cinco por ciento restante los interpretará lisa y llanamente como un viva la pepa y dejarán que sus hijos hagan, a partir de la adolescencia, lo que se les dé la gana.
  
El consejo “científico” de Rodulfo coincidirá con la lamentable tendencia de muchos padres actuales a no enfrentarse con un problema —sus hijos— que los excede. Luego, cuando les llegue el primer problema derivado de su falta de conducción compensarán su inacción anterior sobreactuando y —por ejemplo— golpeando a un profesor, víctima así de esta carambola a tres bandas en la que el psicólogo aconseja mal, el padre interpreta peor y el profesor paga el pato.

CIEN MILLONES DE DESAPARECIDOS

En “Clarín” del 9 de agosto pasado hay una enésima columna de crítica al gobierno, firmada esta vez por Eduardo Aulicino.
  
Hay que decir que el trabajo de los escribas del diario magnético se ha vuelto fácil. La pandilla cristinista produce tal cantidad de idioteces y canalladas por día que la tarea de denunciarlos es el equivalente de pescar en un balde.
  
Pero conviene recordar quiénes son los críticos para poner las cosas en su justo lugar. Ni ideológicamente ni éticamente “Clarín” es muy superior al gobierno al que ataca día a día, página a página.
  
Esta vez el tema es lo que dijo la Presidente en una de sus conocidas incursiones por la cadena oficial de radio y televisión. Con ese delicioso acento entre coloquial y chabacano, Cristina calificó de “medio xenófobos” a los europeos.
  
Bueno, no todos pero sí los que comparten “tendencias históricas medio feítas del tiempo de la inquisición y después lo que pasó en el siglo pasado…” Así, con esa vaguedad que apenas disimula su monumental ignorancia.
  
Aulicino le saltó encima como un tigre que se aferra al lomo de su presa o quizás como el gato que se zampa un ratón de un solo bocado. Y precisó: “la Inquisición o el nazismo fueron maquinarias extremas (del) mecanismo represivo”. Hable con propiedad, señora. Con estas cosas no se puede jugar. Represión es lo que hacen los malos, es decir la Iglesia, los nazis, los militares.
  
De modo que conviene siempre enumerarlos con la mayor extensión posible. Nada de “lo que pasó en el siglo XX”. A ver si a algún loco se le ocurre desempolvar “El libro negro del comunismo” y hablar de los cien millones de asesinados por la izquierda comunista. ¡Se acuerda de aquel famoso reportaje a Videla por televisión en el cual dijo que los desaparecidos “no están, no son” pretendiendo con santa ingenuidad hacer que se desvanecieran en la nada siete u ocho mil personas. Perdón, digo treinta mil.
  
Bueno, NO SE PUEDE. Entre los muertos hay también categorías. Los que mata la izquierda se pueden olvidar y dejar de mencionar hasta llegar a un punto en el cual efectivamente se habrán disuelto en la nada.
  
Los que mata la derecha, en cambio, son parte esencial del “relato” y son por tanto imprescriptibles, inolvidables e inoxidables. Puede que a Usted, amigo lector, no le guste, pero así son las cosas en esta modernidad tardía que nos toca vivir.

LA VOZ DE LA HISTORIA

En España, hace un tiempo el Partido Socialista, entonces en el poder, hizo aprobar una ley de “Matrimonio Igualitario” que autoriza el casamiento de dos seres humanos (por ahora: ver la primera notícula) sin preguntar si son esto o lo otro. O lo de más allá.
  
Hace unos meses, un grupo de diputados del Partido Popular presentó un recurso de inconstitucionalidad contra la ley indicada. Ahora, en “El País” del 23 de mayo pasado, se publica una carta de una tal Boti García Rodrigo que se identifica como presidente de una Federación Estatal (con esta palabra se elude identificarla como española) de lesbianas, gais (sic), transexuales y bisexuales.
  
La carta tiene el propósito de protestar contra el citado recurso y lo hace con los trillados argumentos que oímos aquí en ocasión de la aprobación  de una ley como la española. Pero lo interesante y novedoso de la carta de Ña Boti es la exaltada y reiterada apelación a la Historia en que basa primordialmente su posición.
  
“La sola posibilidad de una involución en derechos (humanos) coloca a España nuevamente al borde de salirse del camino irreversible de la Historia”. Y luego: “Señor Rajoy: escuche la voz de la sociedad, escuche la voz de la Historia. En Derechos Humanos no caben los recortes”.
  
Conmovedor acento. Esta buena señora es devota de la historia como hace una generación sus connacionales lo eran de Nuestra Señora de la Almudena. Pero aquellas, quizás de almas simples, tenían a sus espaldas una coherente doctrina de medios y de fines.
  
Éstas, por el contrario, de almas complicadas, se fundan en una confusa ideología en plena crisis, hecha de saldos y retazos de filosofías en retirada. De una de ellas —el marxismo— extrae Madame Boti su conmovedora fe en la Historia. Sus exclamaciones tienen la misma raigambre que aquel grito de Fidel en los comienzos de su carrera: “La Historia me absolverá”.
  
Porque la historia, colada en las ollas de la ideología, ha pasado de ser una sabia matrona que enseñaba a vivir inspirada en el pasado que era su materia prima, a presentarse como una histérica damisela que enseña sus pechos y una Revolución que está en un futuro que no es de su competencia.
  
El tiempo ha pasado y todas las certezas que esta ideologizada historia postulaba como tales se han disuelto como azúcar en el agua. Lástima que la pobre Boti sea tan crédula. De “caminos irreversibles de la Historia” estamos hasta la coronilla. Pregúntele a su amigo Fidel si la Historia lo absolvió o si, por el contrario, lo dejó mansamente a un costado del camino. Y aplíquese el cuento.

LO QUE HAY

Incansablemente, corriendo el riesgo de aburrir a mis lectores, insisto en clarificar la naturaleza del marxismo. Don Carlos de Treveris nunca predicó que había que hacer una revolución para mejorar la condición del  proletariado. Dijo algo por completo distinto: dijo que, de acuerdo a las leyes de la Historia habría necesariamente una Revolución que enfrentaría a la burguesía y el proletariado y que abriría paso a una sociedad sin clases.
  
Nada de una tarea a realizar, tarea que puede salir bien o mal y nadie se sonroja por ello. Se trataba de hechos que inexorablemente sucederían y para explicar los cuales él, Carlos Marx, se había pelado los fundillos en las bibliotecas de Londres.
De tal manera, el hundimiento de la Unión Soviética no es simplemente el fracaso de una clase dirigente, los revolucionarios profesionales, sino la demostración inapelable del monumental error de Marx, de la necedad de sus leyes de la Historia y todo lo que deriva de ellas.
  
De pronto, entonces, una multitud de convencidos del marxismo se encontraron pataleando en el aire, rebeldes sin causa, revolucionarios  sin revolución. ¡Qué hicieron? Miraron a su alrededor en busca de una causa y una revolución en la que pudieran encontrar cauce para sus inquietudes.
  
¿Y qué encontraron? Una serie de causas novedosas que circulaban con baja intensidad por las sociedades occidentales. Por ejemplo, la reivindicación de los homosexuales. No era cosa que antes —en la era revolucionaria— les gustara demasiado. En materia sexual eran, entonces, medio puritanos. ¡Qué le vamos a hacer!, se dijeron. Es lo que hay. Y tiene la ventaja de disgustar profundamente a los cristianos conservadores.
  
Claro que los proletarios eran más y tenían un glamour que los maricones nunca tendrán. Pero estos últimos son más vistosos. Y un desfile del orgullo homosexual es mil veces más divertido que una asamblea de pobres, los cuáles (reconozcámoslo) no tienen mucho gusto para vestirse.
  
Estas reflexiones se me ocurrieron cuando leí —en la revista “Noticias” del 14 de julio pasado— un artículo con fotos sobre la gloriosa batalla que libró la señorita Macarena Kunkel para conquistar dos objetivos en el Colegio Carlos Pellegrini, a saber un bar más barato que el actual y una fotocopiadora idem. La señorita Kunkel —de muy buena presencia— es hija del conocido funcionario ex montonero que todo el mundo identifica como uno de los más conspicuos redactores del “relato” cristinista.
  
Se ve que padre e hija han hecho una evolución como la que he mostrado más arriba. Kunkel cuando era montonero soñaba con la patria socialista. Después del diluvio miró a su alrededor y vio… a los Kirchner. Es lo que hay, se dijo y se enganchó.
  
La hija Macarena ya entró a militar tras la crisis. Pero seguro que se entusiasmaba con metas más sólidas que un bar y una fotocopiadora. Pero también entró en la resignación. Más vale pancho en mano que revolución volando. Es lo que hay.
  

Aníbal D’Ángelo Rodríguez