jueves, 27 de noviembre de 2008

Leonardo de Argentina


ACTUALÍSIMO

Amigos, deseo compartir con ustedes,
sin comentarios,
estos dos textos del Padre Castellani.
“El que pueda entender que entienda”
(San Mateo, 19, 10-12).


Un abrazo.

Antonio Caponnetto

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COBOS Y LOS OBISPOS

“Así se hacían los Obispos en aquel tiempo […] y del negocio de Dios se ocupaban los Obispos de aquel tiempo […] Me hace acordar de un predicador gallego que hizo un panegírico de San Agustín en la Catedral de Santiago, en una misa solemne, el Padre Cobos; y le fue muy mal. Porque explicaba las virtudes de San Agustín, su castidad, su pobreza, su valentía, su sabiduría, su espíritu de trabajo; y después de cada párrafo se volvía hacia el trono donde estaba encapotado y con su gran mitra y báculo el Obispo, y decía: «¡Aquéllos sí que eran Obispos, Excelentísimo Señor, aquéllos sí que eran Obispos». Lo hicieron bajar; pero en España todavía hoy, para referirse a una indirecta que es demasiado directa se la llama «una indirecta del Padre Cobos»”.

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UN VIEJITO PARA EL SANTO PADRE, POR FAVOR

“El Papa es infalible, pero no en todo. Cuando declara solemnemente las cosas de la Fe, cosa que hace pocas veces, por cierto. Pero pretender como hace muchísima gente aquí que todos los Papas o tal Papa particular son maravillas de inteligencia y de rectitud, hasta llegar a renunciar al propio sentido moral, cerrar los ojos ante un error y una iniquidad manifiesta, y dar como anticatólico, o poco católico, o no católico al que no puede cerrar los ojos así, al que no puede renunciar a su sentido moral, eso es inventar un nuevo dogma, eso es rendirse a una superstición, eso es morar en plena exterioridad”.

“Los romanos que son muy religiosos y veneran mucho al Papa, también son muy inteligentes, inventaron una anécdota sobre la infalibilidad que se la colgaron a Pío XI. Contaban que el Papa se dormía por la mañana porque trabajaba de noche; y que buscó un viejito del Asilo San Michele para que le hiciera de sereno y lo despertara por la mañana a las ocho. Así que el primer día el viejito abrió la puerta y dijo: «Santísimo Padre, son las ocho y hay buen tiempo». Y el Papa contesta «Giá lo sapevo», y se levantó. Al otro día lo mismo: «Son las ocho y hay buen tiempo». «Giá lo sapevo». El tercer día ocurrió que el viejito mismo se durmió, se levantó muy apurado y fue corriendo a despertar al Papa; y con el apuro y la costumbre le dijo la misma fórmula: «Santísimo Padre, son las ocho y hay buen tiempo». Y el Papa dijo:«Giá lo sapevo». Y entonces el viejo le dijo: «¡Non lo sapevate un corno: sono le dieci e piove a finimondo!»

“En otros tiempos, cuando el Papa se equivocaba, los santos de aquel tiempo le decían tranquilamente: «Non lo sapevate un corno», y el Papa mismo rogaba que se lo dijeran. Había más caridad. Había comunión”.

Leonardo Castellani, “San Agustín y nosotros”,
Mendoza, Jauja, 2000,
págs. 244 y 256 respectivamente.


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