sábado, 22 de marzo de 2008

Sábado Santo


EXULTET O

PREGÓN PASCUAL

Exulte ya la angélica turba de los cielos; exulten los divinos Misterios, y por la victoria de un Rey tan grande, resuene la trompeta de salvación. Alégrese también la tierra, radiante de tanta luz, e liminada con el esplendor del Rey eterno, sienta haberse ya disipado la oscuridad que tenía encubierto antes al mundo. Alégrese también nuestra Madre la Iglesia, adoranda con los fulgores de tanta luz; y resuene este recinto con las festivas voces de los pueblos. Por lo que vosotros, hermanos carísimos, que asistís a la maravillosa claridad de tan santa luz, unidos conmigo, invocad la misericordia del Dios omnipotente. Para que pues se dignó, no por mis méritos, agregarme al número de los diáconos, difundiendo la claridad de su luz, pueda cantar las alabanzas de este cirio. Por Nuestro Señor Jesucristo.

R. Amén.

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

V. Arriba los corazones.
R. Los tenemos en el Señor.

V. Demos gracias al Señor Dios nuestro.
R. Es digno y justo.

Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable pregonar con todo el afecto del corazón y con el ministerio de la voz, al Dios invisible, Padre todopoderoso, y a su Unigénito Hijo Nuestro Señor Jesucristo. El cual pagó por nosotros al Padre Eterno la deuda de Adán, y con su piadosa sangre borró la deuda del primer pecado. Éstas son, pues, las fiestas pascuales, en las que es inmolado aquel verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Esta es la noche en que, en otro tiempo, sacando de Egipto a los hijos de Israel, nuestros padres, les hiciste pasar el mar Rojo a pie enjuto. Esta es la noche que disipó las tinieblas de los pecados con la luz de una nube. Esta es la noche que hoy por todo el mundo, a los que creen en Jesucristo, apartados de los vicios del siglo y de las tinieblas del pecado, los vuelve a la gracia y asocia con los Santos. Esta es la noche en que, rotos los vínculos de la muerte, subió Jesucristo victorioso de los infiernos. Pues de nada nos sirviera el haber nacido, si no nos hubiese redimido. ¡Oh admirable dignación de tu piedad con nosotros! ¡Oh inestimable dilección de caridad; para redimir al siervo, entregaste al hijo! ¡Oh, ciertamente necesario pecado de Adán, que con la muerte de Cristo fue borrado! ¡Oh feliz culpa, que mereció tener tal y tan grande Redentor! ¡Oh noche verdaderamente feliz, que sola mereció saber el tiempo y la hora en la que Cristo resucitó de los infiernos! Ésta es la noche de la que está escrito: Y la noche será tan clara como el día, y la noche resplandecerá para alumbrarme en mis delicias. La santidad, pues, de esta noche ahuyenta los pecados, lava las culpas y devuelve la inocencia a los caídos y a los tristes la alegría; destierra los odios, prepara la concordia y somete a los imperios.

En esta noche de gracia, recibe, Padre Santo, el sacrificio vespertino de este incienso, que la sacrosanta Iglesia te ofrece por manos de sus ministros, en la solemne oblación de este cirio, cuya materia labraron las abejas. Mas ya conocemos las excelencias de esta columna, que en honra de Dios va a lucir con brillante luz. El cual, aunque dividido en partes, no sufrió detrimento de su luz; pues se alimenta de líquida cera, que la madre abeja fabricó para materia de esta preciosa lámpara. ¡Oh verdaderamente feliz noche, que despojó a los egipcios y enriqueció a los hebreos! Noche en la cual los cielos se unen con la tierra, lo divino se une con lo humano.

Te rogamos, pues, Señor, que este cirio consagrado en honor de tu nombre, persevere ardiendo, indeficiente, para disipar las tinieblas de esta noche; y recibido en olor de suavidad, se mezcle con las celestiales lumbreras. El lucero de la mañana lo halle encendido; aquel lucero que no tiene ocaso; aquel que, volviendo de los infiernos, alumbró sereno al humano linaje. Te pedimos, por tanto, Señor, que te dignes regir con asidua protección, gobernar y conservar a nosotros, tus siervos, y a todo el clero y al devotísimo pueblo, en unión de nuestro Beatísimo Papa N. y nuestro Obispo N., concediendo quietud de tiempos, en estos gozos pascuales.

Mira también a aquellos que con potestad nos rigen y, por don de tu inefable piedad y misericordia, dirige sus pensamientos hacia la justicia y la paz; para que después de sus fatigas en la tierra lleguen a la patria celestial con todos tu pueblo. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.

R. Amén.

No hay comentarios.: