domingo, 11 de noviembre de 2007

Testigo de cargo


COSAS DE PIZARRÓN

Y PUNTERO

Mi finado amigo E.K. solía decir que había cosas, en la realidad, que deberían exhibirse a todo el mundo con ayuda de un pizarrón y un puntero para dejarlas bien en claro. Y decirle al público: “¿Ve?, los diarios sostienen esto, pero la realidad es ésta y ésta” (golpes de puntero).

De pronto se tropieza uno, en “La Nación” diario del 5 de septiembre, con un artículo de Mario del Carril, el cual es un hombre educado, que conoce sus límites y que siempre escribe dentro de ellos. Todo lo contrario que el suscripto: razón por la cual el suscripto se morirá sin que “La Nación” le publique otra cosa que alguna rara carta del lector y don Mario del Carril tiene las columnas del diario que fue de los Mitre a su disposición.

Pero ese día en particular a don Mario se le soltaron los diablillos y en un tono muy educado y respetuoso dijo (¿o se le escaparon?) algunas verdades incómodas para el establishment mundial.

El artículo se llama “El lobby de Israel en Estados Unidos”, tema ya de por sí difícil, pero que últimamente ha comenzado a despertar un interés inconveniente para ambos protagonistas: Israel y los sucesivos gobiernos de Estados Unidos.

Todo el artículo está construido sobre tres noticias y algunas repercusiones. Primera noticia: dos profesores universitarios norteamericanos publican un libro que destaca la influencia del lobby israelita sobre la política exterior norteamericana.

Segunda noticia: El mismo día que ese libro llega a las librerías, llega un segundo libro que intenta desmentirlo y que ha sido escrito por el Director General de B’nai B’rith. Recuérdese, el mismo día ambas publicaciones llegan al público, y mientras la primera se titula “El lobby de Israel y la política exterior de Estados Unidos”, la segunda en cambio se titula “Las mentiras más mortíferas: el lobby israelí y el mito del control judío”.

Tercera noticia: Los autores del primer libro habían sido invitados a hablar en un Centro Universitario de Nueva York y en un llamado Consejo de Chicago. Ahora han sido “desinvitados”. No podrán exponer sus ideas.

Comenta del Carril: “No habrá una conspiración para influir en la política norteamericana por parte del lobby judío, pero existe una acción bastante coordinada para limitar la difusión de este libro”. Lo uno es vasto y quizás difícil de probar, pero lo otro queda en evidencia con la tercera noticia.

Y del Carril va más allá: menciona el intento de desacreditar nada menos que a Jimmy Carter por haber publicado un libro crítico de la política israelí y agrega que estos intentos “se deben colocar en la misma categoría de reprimir opiniones controvertidas que la legislación europea que prohíbe negar la existencia del holocausto. ¿Por qué penalizar a quienes afirman disparates? ¿Por qué se ha de meter a una persona presa por afirmar que la tierra es chata?”

Don Mario… que te cuelas. ¿No te das cuenta que tu pregunta se responde sola? Si a alguien se le ocurre encarcelar a quienes afirman que la tierra es chata, es porque tal suposición choca con sus intereses. ¿A nadie se le ocurre prohibir decir que la tierra es chata? Pero sucede que sí le ocurre a muchos. Es a partir de ahí que tendrá que repensar la cuestión Don Mario. O hay muchos locos, o la tierra es chata.

Me parece que pocos han sabido emparentar las andanzas de un tal Galileo y las vicisitudes de los negadores del Holocausto. Tantos abogados que tiene el científico de hace cuatro siglos y tan pocos los historiadores de nuestros días. Y, sin embargo, está en juego lo mismo: si una autoridad estatal o religiosa pueden imponer una verdad con penas privativas de la libertad.

Otro día terminaré de exprimir este jugoso artículo del seco de Mario del Carril, al que sin embargo se le reconocerá el valor de juguetear con ideas peligrosas. Por ahora me basta con recurrir al pizarrón y al puntero de mi amigo E.K.: ¿Ven cómo son las cosas? ¿Ven quién manda en el mundo? Pregúntense simplemente: ¿Hay hoy otro poder en el mundo capaz de meterse en el universo intelectual norteamericano y ejercer claras y nítidas funciones de censor, ya no sólo de ideas, sino de discusión de hechos? Punterazo. ¿Hay alguien en el mundo (como no sea el lobby judío) capaz de convencer a parlamentos europeos enteros que prohíban discutir un hecho histórico? Punterazo.
Aníbal D'Angelo Rodríguez

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